Cihuri tenía en su centro urbano una de esas hermosas y perfectas simbiosis entre plaza, iglesia y frontón que tanta vida le daba, y que aún se puede ver en algunos pueblos del Norte, -como Elorrio, por ejemplo. Pero como para nuestras humildes almas tanta belleza y armonía era difícil de soportar, se tiró el frontón y en su lugar hicimos esa especie de parada de autobuses sin parada de autobuses, en hormigón y hierros, con formas angulosas y a la moda, y cuya atrevida combinación con la iglesia le hace merecedora de una mención honorífica en este blog.
(Dicho sea de paso y fuera del contexto artístico, ahora Cihuri, pueblecito de 229 habitantes goza de dos frontones perfectamente reglamentarios, uno descubierto y otro cubierto:
(Se aceptan todo tipo de insultos de los cigureños modernos y otros amantes regionales de la fealdad, porque uno es de Anguciana y está claro que, por aquello de la rivalidad local, este post está escrito desde la pura envidia -la pura envidia de aquella plaza, claro).